4 de mayo de 2012

Feliz


Llorar. Llorar y reír a la vez. Ese es un sentimiento totalmente extraño. Saber que se acabó, que ya no hay vuelta atrás, que vas a seguir para adelante sin él, pero a la vez, junto a él. Recuperar aquello que perdimos por hacernos los valientes, por tener un orgullo tan grande que nos cegaba, por ser las dos personas más cabezotas que conozco. De golpe, soy consciente de que hacía tiempo que quería escuchar eso, “se acabó, nunca más”, y me sorprendo a mi misma cuando una gota de agua salada recorre mi cara, y le siguen otras más, pero todas con una sonrisa que no me desaparece, que no puedo ni quiero remediar. Lo dijimos una vez, y dos, incluso tres veces, pero sabíamos que no era el final, que donde hubo ceniza siempre puede volver a renacer el fuego, y ahora que el viento ha esparcido las cenizas, soy feliz. Feliz por poder respirar tranquila, feliz al desaparecer los sentimientos de culpa, feliz por recuperar a mi mejor amigo.